¿Cómo renunciar a tu camiseta favorita?

Debe ser la prenda más popular y más utilizada en el mundo entero. La llevan desde los niños hasta los ancianos. Es versátil: su uso se adapta a muchísimas actividades y se puede utilizar de formas distintas: escondida debajo de la camisa, apenas visible entre las comisuras de un saco o chamarra, para practicar un deporte o lucir en una fiesta; lisa, rayada o estampada la remera, playera, camiseta — dile como quieras— es un recurso infaltable en cualquier guardarropa.

De sencillez espartana, confeccionada en algodón, con cuello redondo y mangas cortas, es un básico de la vestimenta tanto femenina como masculina. La denominada también t-shirt, es un simple trozo de tela que adquiere significancia especial en la época en donde todo joven comienza a definir su personalidad, a decidir sus gustos y predilecciones.

En ese período esplendoroso de nuestra vida, la remera será nuestra armadura, nuestro manifiesto, nuestra expresión de individualidad. Seguramente habremos tenido una con el nombre de nuestra banda de música favorita, con la imagen de algún ídolo juvenil o con la estampa de frases que nos han distinguido como seres originales y exclusivos, pero también como parte de nuestro equipo de pertenencia.

Todos los hombres hemos venerado una que considerábamos “la favorita”, aquella que hablaba fielmente de nosotros y por nosotros. Ha sido una manera de parecernos a nuestro grupo de afinidad y a la vez mostrar nuestra ideología u opinión. Esa es la prenda que atesoramos toda la vida.

Los preceptos globales nos dicen que un día debemos “madurar” y que por ejemplo un señor sensato no debería vestir una remera con el retrato del Batman de Christopher Nolan, que ello es ridículo, que es absurdo salir a pasear con el impreso del viejo logo de Atari, y mucho menos lucir una estampa del rostro de Gene Simmons de Kiss. Es inadecuado.

Ya sabes que no cabe nada más en el cajón de las camisetas y tiene toda la pinta de que ella va a tener que quedarse fuera. Te da pena deshacerte de ella. Ha sido tu compañera inseparable en muchas de tus mejores noches de fiesta y la causante de que esa chica se fijara en ti.

Entonces esa pieza textil de nuestra vida, va a un cajón del armario, en algunos casos, decidimos que aún necesitamos la sensación de la prenda sobre nuestra piel y elegimos que nos acompañe por las noches. Pasa a ser nuestra camiseta/pijama.

Pero debes alejarla de tu compañera, tu amada pareja, quien posiblemente no comprenda el valor incalculable de ese trozo de historia constituida en algodón y polyester. Debes, luego de usarla, esconderla de las garras de la chica que todo lo ordena.

Porque tener la casa limpia y ordenada es natural y sano, pero cuando en forma persistente y ansiosa se insiste en que todo debe permanecer en ese estado, es porque existe una idea patológica, y no quieres que tu prenda sea la próxima víctima de un incipiente TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo).

Quizás debas lavarla en la intimidad de la madrugada y dejarla secar en un lugar recóndito de tu hogar. Sabes que si tu chica la encuentra, el destino final de tu remera, camiseta o playera será el cesto de la basura.

Nos han enseñado que el patrimonio cultural tangible tiene gran significado sociocultural porque constituye una parte importante de la herencia de toda comunidad. A diferencia de gran parte de los bienes naturales, todos los bienes de patrimonio cultural son recursos no renovables. Allí radica la responsabilidad actual de asegurar la preservación de nuestra herencia cultural. Por ello, resguardar esa camiseta, nuestro más personal patrimonio cultural, es de vital importancia. Aunque nadie más lo entienda.

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Tu camiseta favorita, la remera amada, la playera de tu vida…

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