EL SEMÁFORO NO ES UNA LUZ

Hace muchos años que me he forjado en dos oficios más que interesantes: el de publicista y el de peatón. En ambos, el poder de observación me ha servido para profundizar el análisis de la realidad y para comprender los procesos de comportamiento humanos.

A diario veo cómo los transeúntes obstinadamente evitan respetar las señales de tránsito, arriesgándose a un incidente vial que puede costarle la vida. Lo hacen personas que van caminando solas, las que creen equivocadamente que con su comportamiento transgresor no perjudican a nadie más que a ellos mismos.

Cuando cruzan con semáforo en rojo, he observado que siempre hay ojos de menores, ansiosos por compararse con la conducta de los mayores, participar de la cultura adulta, dejar de ser el “niñito” que hace cosas de “niñito”. En este caso el ciudadano adulto se deporta a sí mismo del Cuerpo Social al que pertenece, se despoja clandestinamente de sus obligaciones naturales y urbanas. Expone por desidia al indefenso, en actitud incompetente y dañina a la vez.

¿Podemos hablar ahora de los que, llevando de la mano a pequeños niños, tampoco toman precauciones a la hora de cruzar correctamente una calle transitada por vehículos? Doble inmoralidad y desdén. La alevosía de someter al bestial riesgo de que un auto los revolee por el aire cual marionetas inarticuladas. Si tuvieran la suerte de que el incidente mortal no se produjera por obra y gracia del azar, los pequeños ya estarían aprendiendo del mal ejemplo. Una y otra vez. A diario, yendo y viniendo del colegio, como si fuera una lección que debe ser machacada hasta ser incorporada al inconsciente más profundo: “no deberás darles importancia a las señales de tránsito. Son innecesarias. Ninguna regla está hecha para tu bien ni el de tu prójimo, ni es esencial que sea respetada”. Todo ese mensaje, prolijamente asimilado.

Por eso, agradezco a todos y cada uno de los peatones que comparten mi derrotero a diario, por enseñarle tan mal a mis hijos y a los hijos de todos ustedes. A esta gente, ¿le interesa vivir en comunidad? ¿Tienen el mismo derecho que vos y que yo a reclamar? Legalmente sí, pero no así de legítimo y moral.

Deberían hacerse cargo de su obrar destructivo cuando se quejan por esto y por aquello. Porque gracias a su aplicado aporte, van socavando la EDUCACIÓN de nuestros chicos y van quebrantando el valor del RESPETO que tanto cuesta edificar en este país.

Autor: http://sebas4nier.wixsite.com/publicidad

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